西語閱讀:《一千零一夜》連載二十九 d
PERO CUANDO LLEGÓ LA 314 NOCHE
Ella dijo:
... al kadi y a los testigos, que no tardaron en llegar. Y el anciano me casó con su hija, y nos dio un festín enorme, y celebró una boda espléndida. Después me llamó y me llevó junto a su hija, a la cual aun no había yo visto. Y la encontró perfecta en hermosura y gentileza, en esbeltez de cintura y en proporciones. Además, la vi adornada con suntuosas alhajas, sedas y brocados, joyas y pedrerías, y lo que llevaba encima valía millares y millares de monedas de oro, cuyo importe exacto nadie había podido calcular.
Y cuando la tuve cerca, me gustó. Y nos enarnorarnos uno de otro. Y vivimos mucho tiempo juntos, en el colmo de las caricias y la felicidad.
El anciano padre de mi esposa falleció al poco tiempo en la paz y misericordia del Altísimo. Le hicimos unos grandes funerales y lo enterramos. Y yo tomé posesión de todos sus bienes, y sus esclavos y servidores fueron mis esclavos y servidores, bajo mi única autoridad. Además, los mercaderes de la ciudad me nombraron su jefe en lugar del difunto, y pude estudiar las costumbres de los habitantes de aquella población y su manera de vivir.
En efecto, un día noté con estupefacción que la gente de aquella ciudad experimentaba un cambio anuál en primavera; de un día a otro mudaban de forma y aspecto: les brotaban alas de los hombros, y se convertían en volátiles. Podían volar entonces hasta lo más alto de la boveda aérea, y se aprovechaban de su nuevo estado para volar todos fuera de la ciudad, dejando en ésta a los niños y mujeres, a quienes nunca brotaban alas.
Este descubrimiento me asombró al principio; pero acabé por acostumbrarme a tales cambios periódicos. Sin embargo, llegó un día en que empecé, a avergonzarme de ser el único hombre sin alas, viéndome obligado a guardar yo solo la ciudad con las mujeres y los niños. Y por mucho que pregunté a los habitantes sobre el medio de que habría de valerme para que me saliesen alas en los hombros, nadie pudo ni quiso contestarme. Y me mortificó bastante no ser más que Sindbad el Marino y no poder añadir a mi sobrenombre la condición de aéreo.
Un día, desesperado de conseguir nunca que me revelaran el secreto del crecimiento de las alas, me dirigí a uno, a quien había hecho muchos favores, y cogiéndole del brazo, le dije: “¡Por Alah sobre ti! Hazme el favor, por los que te he hecho yo a ti, de dejarme que me cuelgue de tu persona, y vuele contigo a través del aire. ¡Es un viaje que me tienta mucho, y quiero añadir a los que realicé por mar!” Al principio no quiso prestarme atención; pero a fuerza de súplicas acabé por moverle a accediera. Tanto me encantó aquello, que ni siquiera me cuidé de avisar a mi mujer ni a mi servidumbre, me colgué de él abrazándole por la cintura, y me llevó por el aire, volando con la alas muy desplegadas.
Nuestra carrera por el aire empezó ascendiendo en línea recta durante un tiempo considerable. Y acabamos por llegar tan arriba en la bóveda celeste, que pude oír distintamente cantar a los ángeles y sus melodías debajo de la cúpula del cielo.
Al oír cantos tan maravillosos, llegué al límite de la emoción religiosa, y exclamé “¡Loor a Alah en lo profundo del cielo! ¡Bendito y glorificado sea por todas las criaturas!”
Apenas formulé estas palabras, cuando mi portador lanzó un juramento tremendo, y bruscamente, entre el estrépito de un trueno precedido de terrible relámpago, bajó con tal rapídez que me faltaba el aire, y por poco me desmayo, soltándome de él con peligro de caer al abismo insondable. Y en un instante llegamos a la cima de una montaña, en la cual me abandonó mi Portador dirigiéndome una mirada infernal, y desapareció, tendiendo el vuelo por lo invisible.
Y quedé completamente solo en aquella montaña desierta, y no sabía dónde estaba, ni por dónde ir para reunirme con mi mujer, y exclamé en el colmo de la perplejidad: “¡No hay recurso ni fuerza más que en Alah el Altísimo y Omnipotente! ¡Siempre que me libro de una calamidad caiga en otra peor! ¡En realidad, merezco todo lo que me sucede!”
Me senté entonces en un peñasco Para reflexionar sobre el medio de librarme del mal presente, cuando de pronto vi adelantar hacia mí a dos muchachos de una belleza maravillosa, que parecían dos lunas. Cada uno llevaba en la mano un bastón de oro rojo, en el cual se apoyaba, al andar. Entonces me levanté rápidamente, fui a su encuentro y les deseé la paz. Correspondieron con gentileza a mi saludo, lo cual me alento a dirigirles la palabra, y les dije: “¡Por Alah sobre vosotros, ¡oh maravillosos jóvenes! decidine, quiénes sois y qué hacéis!” Y me contestaron: “¡Somos adoradores del Dios verdadero!” Y uno de ellos, sin decir más, me hizo seña con la mano en cierta dirección, como invitándome a dirigir mis pasos por aquella parte, me entregó el bastón de oro, y cogiendo de la mano a su hermoso compañero; desapareció de mi vista.
Empuñé entonces el bastón de oro, y no vacilé en seguir el camino que se me había indicado, maravillándome al recordar a aquellos muchachos tan hermosos. Llevaba algún tiempo andando, cuando vi salir súbitamente de detrás de un penasco una serpiente gigantesca que llevaba en la boca a un hombre, cuyas tres cuartas partes se había ya tragado, y del cual no se veían más que la cabeza y los brazos. Estos se agitaban desesperadamente, y la cabeza gritaba: “¡Oh caminante! ¡Sálvame del furor de esta serpiente y no te arrepentirás de tal acción!” Corrí entonces detrás de la serpiente, y le di con el bastón de oro rojo un golpe tan afortunado, que quedó exánime en aquel momento. Y alargué la mano al hombre tragado y le ayudé a salir del vientre de la serpiente.
Cuando miré mejor la cara del hombre, llegué al límite de la sorpresa al conocer que era el volátil que me había llevado en su viaje aéreo y había acabado por precipitarse conmigo, a riesgo de matarme, desde lo alto de la bóveda del cielo hasta la -cumbre de la montaña en la cual me había abandonado, exponiéndome a morir de hambre y sed. Pero ni siquiera quise demostrar rencor por su mala acción, y me conformé con decirle dulcemente: “¿Es así como obran los amigos con los amigos?” Él me contestó: “En prinier lugar he de darte las gracias por lo que acabas de hacer en mi favor. Pero ignoras que fuiste tú, con tus invocaciones inoportunas pronunciando el Nombre, quien me precipitaste de lo alto contra mi voluntad. ¡El Nombre Produce ese efecto en todos nosotros! ¡Por eso no lo pronunciamos jamás!” Entonces yo, para que me sacara de aquella montaña, le dije: ¡Perdona y no me riñas; pues, en verdad, yo no podía adivinar las consecuencias funestas de mi homenaje al Nombre! ¡Te prometo no volverlo a pronunciar durante el trayecto, si quieres transportarme ahora a mi casa!”
Entonces el volátil se bajó, me cogió a cuestas, y en un abrir y cerrar de ojos me dejó en la azotea de mi casa y se fue para la suya.
Cuando mi mujer me vio bajar de la azotea y entrar en la casa después de tan larga ausencia, comprendió cuanto acababa de ocurrir, y bendijo a Alah que me había salvado una vez más de la perdición. Y tras las efusiones del regreso me dijo: “Ya no debemos tratarnos con la gente de esta ciudad. ¡Son hermanos de los demonios!” Y yo le dije: “¿Y cómo vivía tu padre entre ellos?” Ella me contestó: “Mi padre no pertenecía a su casta, ni hacía nada como ellos, ni vivía su vida. De todos modos, si quieres seguir mi consejo, lo mejor que podemos hacer ahora que mi padre ha muerto es abandonar esta ciudad impía, no sin haber vendido nuestros bienes, casa y posesiones. Realiza eso lo mejor que puedas, compra buenas mercancías con parte de la cantidad que cobres, y vámonos juntos a Bagdad, tu patria, a ver a tus parientes y amigos, viviendo en paz y seguros, con el respeto debido a Alah el Altísimo.” Entonces contesté oyendo y obedeciendo.
En seguida empecé a vender lo mejor que pude, pieza por pieza, y cada cosa en su tiempo, todos los bienes de mi tío el jeique, padre de mi esposa, ¡difunto a quien Alah haya recibido en paz y misericordía! Y así realice en monedas de oro cuanto nos pertenecía, como muebles y propiedades, y gané un ciento por uno.
Después de lo cual me llevé a mi esposa y las mercancías que había cuidado de comprar, fleté por mi cuenta un barco, que con la voluntad de Alah tuvo navegación feliz y fructuosa, de modo que de isla en isla, y de mar en mar, acabamos por llegar con seguridad a Bassra, en donde paramos poco tiempo. Subimos el río y entramos en Bagdad, ciudad de paz.
Me dirigí entonces con mi esposa y mis riquezas hacia mi calle y mí casa, en donde mis parientes nos recibieron con grandes transporte de alegría, y quisieron mucho a mi esposa, la hija del jeique.
Yo me apresuré a poner en orden definitivo mis asuntos, almacené mis magníficas mercaderías,, encerré mis riquezas, y pude por fin recibir en paz las felicitaciones de mis parientes y amigos, que calculando el tiernpo que estuve ausente, vieron que este séptimo y último viaje mío había durado exactamente veintisiete años desde el principio hasta el fin. Y les conté con pormenores mis aventuras durante esta larga ausencia, e hice el voto, que cumplo escrupulosamente, como veis, de no emprender en toda mi vida ningún otro viaje ni por mar ni por tierra. Y no dejé de dar gracias al Altísimo que tantas veces, a pesar de mis reincidencias, me libró de tantos peligros y me reintegró entre mi familia y mis amigos.
Cuando Sindbad el Marino terminó de esta suerte su relato entre los convidados silenciosos y maravillados, se volvió hacia Sindbad el Cargador y le dijo: “Ahora, Sindbad terrestre, considera los trabajos que pasé y las dificultades que venci, gracias a Alah y dime si tu suerte de cargador no ha sido mucho mas favorable para una vida tranquila que la que me impuso el Destino. Verdad es que sigues pobre y yo adquirí riquezas incalculables; pero ¿no es -verdad también que a cada uno de nosotros se le retribuyó, según su esfuerzo?” Al oír estas palabras, Sindbad el Cargador fue a besar la mano de Sindbad el Marino, y le dijo: “¡Por Alah sobre ti, ¡oh mi amo! perdona lo inconveniente de mi canción!”
Entonces Sindbad el Marino mandó poner el mantel para sus convidados, y les dio un festín que duró treinta noches. Y después quiso tener a su lado, como mayordomo de su casa a Sindbad el Cargador. Y ambos vivieron en amistad perfecta y en el limite de la satisfacción, hasta que fue a visitarlos aquella que hace desvanecerse las delicias, rompe las amistades, destruye los palacios y levanta las tumbas, la amarga muerte. ¡Gloria al Eterno, que no muere jamás.
Cuando Schahrazada, la hija del visir, acabó de contar la historia de Sindbad el Marino, sintióse un tanto fatigada, y como veía acercarse la mañana y no quería, por su discreción habitual, abusar del permiso concedido, se calló sonriendo.
Entonces la pequeña Doniazada, que maravillada y con los ojos muy abiertos había oído la historia pasmosa, se levantó de la alfombra en que estaba acurrucada, y corrió a abrazar a su hermana, diciéndole: “¡Oh, Schahrazada, hermana mía! ¡cuán suaves, y puras, y gratas, y deliciosas para el paladar, y cuán sabrosas en su frescura, son tus palabras! ¡Y qué terrible, y prodigioso, y temerario era Sindbad el Marino! Y Schahrazada sonrió y dijo:
“No creas, ¡oh rey afortunado! que todas las historias que has oído hasta ahora pueden valer de cerca ni de lejos lo que
Entonces el rey Schahriar dijo para sí: “No la mataré hasta después!” Y la pequeña Doniazada exclamó: “¡Oh qué amabla serías, Schahrazada, si entretanto nos dijeras las primeras palabras!”
Entonces Schabrazada sonrió y dijo: “Cuentan que había un rey ¡Alah sólo es rey! en la ciudad, de...
En este momento de su narración Schahrazada vio aparecer la mañana y se calló discreta.
Por la mañana salió el rey y se fue a la sala de justicia. Y el diván se llenó con la muchedumbre de visires, emires, chambelanes, guardias y gente de palacio. Y el último que entró fue el gran visir, padre de Schahrazada, que llevaba debajo del brazo el sudario destinado a su hija, a la cual creía aquella vez muerta de veras; pero el rey no le dijo nada del asunto, y siguió juzgando y nombrando para los empleos, y destituyendo gobernando, y despachando los asuntos pendientes hasta terminar el día. Luego se levantó el diván y el rey volvió a palacio, mientras el gran visir seguía perplejo y en el límite extremo del asombro,
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西班牙語沒有英語這么復(fù)雜的發(fā)音規(guī)則。他幾乎每一個字母都只有一個特定的音,我舉個例子,a這個字母無論何時都發(fā)“阿”這個音,e發(fā)“唉”(口型小點(diǎn),跟英語里的e差不多)。西班牙語只有一個音是比較難發(fā)的,那就是r這個字母,他發(fā)的是大舌顫音,其實(shí),西班牙語最難得不是他的發(fā)音,而是他的語法和動詞變位。你一學(xué)就知道了,背的東西太多。還有,他的語速不是一般的快,你要做好心理準(zhǔn)備,和英語不是一個數(shù)量級的?。∥医ㄗh你最好提前買一本西班牙語看看,因?yàn)樗扔⒄Z難學(xué)的多的多 。
1. 西班牙語屬于拉丁語系,比英語要科學(xué),是不要音標(biāo)的拼音文字,掌握發(fā)音規(guī)則后就能夠”見詞發(fā)音”。短短的入門,學(xué)的好,就可以地道流利地讀出所有的西班牙文章,這是第一關(guān)!西班牙諺語中把最難做的事情比做”學(xué)漢語”,可見有中文水平的人學(xué)西班牙不是成了最容易的事了?
2. 西班牙語的小舌音,卷舌連續(xù)抖動的r、rr是中國人的難點(diǎn),竅門有三。一、發(fā)音前多加上“德拉”;二、利用漱口的時候,多延時5分鐘——“嘟魯魯”;三、堅(jiān)持2-4周利用上下班和無人的時候,練習(xí)卷舌,以上三點(diǎn)定會讓你有“西班牙”味!還有些音是要聲帶鎮(zhèn)動的,要注意!
3. 掌握西班牙語動詞的變位也是個要死記硬背,熟能生巧的活!他的變化是為了口語交流中大量的省略主語,口語的方便帶來的動詞變位頭痛是每一個有志學(xué)好西班牙語的人要克服的難關(guān)。有人說:“流利地讀,熟練變位”掌握好了,西班牙語就學(xué)會了一半??!初學(xué)者就沒有白學(xué)!你也知道了重點(diǎn)在哪里了,可以集中精力去攻哪一塊了。
4. 有點(diǎn)英語基礎(chǔ)的人,會發(fā)現(xiàn)西班牙語單詞在多數(shù)主要單詞詞干上非常接近,這樣大家學(xué)習(xí)起來又省了些勁!
5. 學(xué)習(xí)任何外國語,要以模仿開口為優(yōu)先,背會一句就應(yīng)用一句,這樣就算掌握了。不要,先糾語法一堆,就是不敢開口!講錯了,因?yàn)槟闶峭鈬耍瑒e人的背景比你大,所以人家仍然能聽懂你,就象外國人講漢語,即使很不準(zhǔn),你也能聽懂,搞明白,會原諒他的不標(biāo)準(zhǔn)的。膽子大是第一啊,有人說過,你學(xué)外語多數(shù)都不是為了當(dāng)電臺標(biāo)準(zhǔn)播音員吧,何況,即使母語能挑上當(dāng)播音員的又有幾個?降低標(biāo)準(zhǔn),抓住重點(diǎn),能繞開你學(xué)語言的誤區(qū)!
2012年02月22日 《網(wǎng)上學(xué)西班牙語:西班牙語閱讀《一千零一夜》連載二十九 d》來源于西班牙留學(xué)https://xibanya.liuxue86.com